AerodinĆ”mica de una mujer desnuda. Por Ricardo Acevedo Esplugas

Desnudo en movimiento B/N analógica CRSignes1988

Creador de formas veloces

teórico de la realidad

no ganas lo suficiente para amar

(no tienes tiempo)

y llegas a tu casa acogedora

siempre confiable

pero hoy no es ā€œsiempreā€

Alguien duerme en tu cama

recuerdas que una vez

amaste a esa mujer

vuelves a su fuente rĆ­es o lloras

pares ideas novedosas.

Al otro dĆ­a (en tu trabajo)

discuten o analizan

tus exóticos diseños

porque nadie recuerda

la silueta de una mujer desnuda.

La sirena y el pescador


El pescador y la sirena, 1858. De Lord Frederick Leighton
primer Barón Leighton (3 de diciembre de 1830 – 25 de enero de 1896)

      La sirena se oculta tras la encrespada ola, obra de un mar inusualmente revuelto para esta época del año. Huye de la mirada triste del joven pescador que, en la madrugada, permanece en la orilla a la espera del barco que partió sin él. No puede descubrirla entre el oleaje, pues se encuentra desolado.  Teme la reacción del patrón y los compañeros a su regreso después de un arduo día de faena. Como única excusa para justificar su falta: un amor furtivo y aquella luna del color de la muerte. Advertencia salida de la boca de un viejo pescador al que todos tienen por loco y borracho, pero que él respeta.

Ā Ā Ā Ā Ā  —Abuelo,  —le Ā dice— Āæes cierto que, en una ocasión despuĆ©s de salir una luna como Ć©sta, hubo un barco que nunca mĆ”s regresó?

Ā Ā Ā Ā Ā  El viejo clava sus enrojecidos ojos en el joven marinero, y sin reconocerlo apenas, le cuenta entre sollozos que, aquel dĆ­a, perdió a su padre, hermanos y amigos… y no pudo soportarlo. Ɖl no habĆ­a muerto. Llegó tarde a la partida por culpa de una bella mujer, que le abandonó en el mismo instante en el que partió aquel barco, al que vio alejarse iluminado por una luna demasiado turbia y apagada. Como si el velo de la Parca nublara su luz y empaƱara su color. Sigue leyendo Ā«La sirena y el pescadorĀ»

PƔjaros de celulosa

Pajarita de papel. Autor: M. Dominguez Guer

Ā Ā Ā Ā Ā  Pajaritas. Miles de pajaritas de papel de colores y en todos los tamaƱos, poblabanĀ  la mesa, las sillas y el aparador, invadĆ­an la estanterĆ­a, se las podĆ­a encontrar por el suelo del pasillo, en la cocina, el baƱo, y tambiĆ©n en el dormitorio por encima de la cama.Ā  Aquella colección de aves de celulosa existĆ­a gracias a las manos de Daniel, que vivĆ­a bajo la protección de servicios sociales en una casa de acogida. De ventana a ventana, Daniel se hizo mayor pegado al cristal observando los pĆ”jaros que revoloteaban. Por culpa de unos padres de pensamiento arcaico apenas si fue a la escuela. Sus progenitores lo sacaron pronto debido a las bromas de aquellos niƱos maliciosos y maleducados que veĆ­an en Ć©l el centro de sus burlas y chistes: ā€œĀæDe quĆ© te van a disfrazar tus padres para carnaval? ĀæDe pĆ”jaro bobo? ā€œ Sigue leyendo Ā«PĆ”jaros de celulosaĀ»

Retro. Por Ricardo Acevedo Esplugas

Teresa. Fotografía analógica en blanco y negro digitalizada. CRSignes1988

Ella se aburre

Del confort tecnológico y las luces de neón

Del cielo cubierto de moscas supersónicas

Desea un mar azul (no el gris celuloide de los pantanos)

Desea mĆŗsica (no el nauseabundo crujir que sale de las bocinas)

Desea otro tiempo.

Entonces aparece Times Travels Inc.,

Con viejas promesas (en nuevos slogans)

Siglos encapsulados de arte

Sin rasgos de código de barras

A módicos precios

Al final aparece el siglo ideal,

En el lugar perfecto

Laguna

CabaƱa

Palmeras

Pero…

Hay mosquitos (para ellos tenemos: vibradores sónicos)

Quemaduras de Sol (filtros polarizados)

Grandes distancias (modulo universal que incluye cosmƩticos, alimentos instantƔneos y alguna que otra granada nuclear)

Ella se aburre…

Del confort tecnológico y las luces de neón

Del cielo cubierto de moscas supersónicas.

El encargo

VanitƩ. Phillipe de la Champagne
(Bruselas, 26 de mayo de 1602-ParĆ­s, 12 de agosto de 1674)

      Severiano había nacido para pintor. Obediente y respetuoso complació a unos padres empeñados en su licenciatura en leyes. Heredó sus bienes antes de cumplir los 30 años de edad, antes incluso de contraer matrimonio con Justina.
Ā Ā Ā Ā Ā  –Un mundo plagado de belleza surge de tus manos –aseguró la joven admiradora de su obra apenas sin conocerle.

Ā Ā Ā Ā Ā  Sabedor de que el oficio que sus padres le habĆ­an impuesto no debĆ­a ser su destino, no cejó en su empeƱo por conseguir dominar el arte de Leonardo. Sacrificando horas de estudio asistió a clases de pintura y pudo ser testigo del surgimientoĀ  de las ā€œvanitasā€ * e incluso participar en su desarrollo, hecho destacado que llenó su vida de extravagantes obsesiones. Sigue leyendo Ā«El encargoĀ»

La mirada

La pelirroja, 1889
Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa (Albi, 24 de noviembre de 1864 – ChĆ¢teau MalromĆ©, Saint-AndrĆ©-du-Bois, 9 de septiembre de 1901)

      ¿Por qué miras para atrÔs a cada paso?  Caminabas rÔpido alborotando tu cabello. Ese rojo hiriente que lo iluminaba, impreciso y alegre,  desprendía reflejos hipnóticos que en ocasiones semejaban el fuego que consumía mi corazón, para menguar en otras al candor de las hojas caídas de los Ôrboles en otoño. Aún ahora, en este instante me repito esa pregunta. 
      Se percibía tu inquietud, como si temieras por algo. De haber sabido lo qué te abrumaba, tal vez, todo hubiera sido distinto. Mantenías esa tensa y fugaz mirada al pasado de tu recorrido, escrutando cada rincón medio oculto, moviéndote tan ligera que apenas si reparabas en lo que te rodeaba. Sigue leyendo «La mirada»